LA LIBERTAD DE ENSEÑANZA Y LA FÁBULA DEL CALDERO
Érase un pueblo feliz , cuyo principal sustento estaba constituido por sopa. Cada
ama de casa preparaba diariamente la sopa para los suyos , en el puchero
familiar, según una receta propia. Cierto
día de invierno llegó un personaje a la ciudad , convocó a todos los
lugareños en la plaza del pueblo y comenzó a hablar. Les convenció de que era poco racional preparar mil sopas distintas
para los mil hogares del pueblo; convenía más hacer una sola sopa para todos en
un caldero grande. La idea se puso en práctica, y pronto se comprobó el
resultado: todos tomaban una misma sopa que , por estar hecha para todos , no gustaba a nadie. Y los del pueblo
intentaron volver al puchero familiar.
Pero llegó un segundo personaje. Les explicó que la experiencia anterior había fracasado porque el primer personaje era un cocinero inclinado a imponer sus recetas sin respetar la libertad de nadie. Les convenció de que lo importante era que cada lugareño, con entera libertad , echase en el caldero único los ingredientes que más le gustasen. El resultado fue una misma sopa que , por estar hecha con la mezcla heterogénea de ingredientes , provocó indigestión a todos. Y los lugareños intentaron volver al sistema antiguo.
Entonces llegó un tercer personaje. Les explicó que el segundo personaje era un cocinero glotón e incoherente , ávido de comer sin medida todo tipo de alimentos. Les convenció de que lo importante era suprimir del caldero único los ingredientes que no gustasen a todos: así , la sopa se prepararía de común acuerdo , con neutralidad. Pero, como siempre había ciertos lugareños en desacuerdo con la sal o el perejil , el gran caldero tenía cada día menos ingredientes. El resultado fue una misma sopa que , por estar hecha de común acuerdo y eliminando discrepancias, sólo contenía agua. Y los del pueblo intentaron volver a las recetas familiares.
Apareció , sin embargo , un cuarto personaje. Les explicó que el personaje anterior era un cocinero que sometía a la gente a un severo régimen de adelgazamiento , sin permitir el concurso real de nadie. Les convenció de que la sopa tendría calidad sólo si todos participaban muy activamente en la preparación del caldero único. Aunque no todos eran expertos y había otros muchos quehaceres, los lugareños trabajaron activamente, agrupados en comisiones y consejos , bajo la estricta supervisión del cuarto personaje. El resultado fue que , aunque a todos se les permitía participar en la misma sopa, todos preferían elegir una sopa a su gusto que participar tanto en el caldero único. Y los lugareños intentaron volver al sistema familiar.
Porque , además , al echar finalmente cuentas , comprobaron que la sopa única era siempre más cara que la sopa familiar, pues exigía un gigantesco puchero con una enorme cuchara que hubo que construir y , sobre todo , era preciso el trabajo de más gente para preparar y distribuir el alimento. Por todos estos motivos, intentaron volver definitivamente al puchero familiar , pero era demasiado complicado desmontar todo aquello , y además ya nadie recordaba las viejas recetas.
Cuando terminó el invierno , bajó al pueblo un anciano que vivía en la montaña. Al contemplar las discusiones entre su gente , les recordó cómo se preparaban las viejas recetas. Y para que todos fuesen libres de hacer lo que les viniera en gana , les dijo también que quienes así lo desearan podía ensayar todo tipo de pucheros grandes o medianos , pero sólo en las casas donde lo prefiriesen , sin imponerlos a los demás. Y el pueblo volvió a ser feliz.