¿ NOS VAMOS A QUEDAR CRUZADOS DE BRAZOS ?
La Constitución es un consenso que no se respeta , y para poder entender las razones de fondo nada mejor que conocer el contenido del Manifiesto del PSOE con motivo del XXVIII aniversario de la Constitución Española : “ Constitución , Laicidad y Educación para la Ciudadanía” ( 4 – Diciembre 2006 )
Destaco de este texto : “Los fundamentalismos monoteístas o religiosos siembran fronteras entre los ciudadanos. La laicidad es el espacio de Integración. Sin laicidad no habrían nuevos derechos de ciudadanía, serían delitos civiles algunas libertades como la interrupción voluntaria del embarazo, el matrimonio entre personas del mismo sexo, … y dejarían de ser delitos el maltrato a la mujer, la ablación o la discriminación por razón de sexo. Sin laicidad sería difícil evitar la proliferación de conductas nada acordes con la formación de conciencias libres y críticas y con el cultivo de las virtudes cívicas.
Es bueno poder contar con
textos como éste, en el que aparece manifiestamente el pensamiento de quienes
tienen especial responsabilidad en la vida pública.
El Manifiesto organiza su argumentación en torno al concepto de laicidad. Lo primero que llama la atención es que a lo largo del texto no se encuentra ninguna definición de este concepto. La lectura atenta del mismo deja la impresión de que se confunde laicidad con laicismo.
En esta manera de razonar se oculta una visión empobrecida y desfigurada de la religión. Se da por supuesto que la conciencia moral fundada en la religión no es capaz de fomentar la convivencia en la pluralidad, por lo que la diferencia de religiones se ve como un peligro para la convivencia democrática. El Manifiesto dice: “Los fundamentalismos monoteístas y religiosos siembran fronteras entre los ciudadanos”. ¿Se quiere decir con ello que los monoteísmos y las religiones en general son siempre fundamentalistas? Porque si fuera de otro modo no valdría el argumento. D. Fernando Sebastián que e.p.d. realizó una lectura crítica al manifiesto y comentaba al respecto que, " ....al menos en lo que se refiere a la religión cristiana y católica, esta manera de ver las cosas no responde a la realidad y resulta objetivamente ofensiva. Fe cristiana y fundamentalismo son dos cosas distintas. Más todavía, cualquier religión, vivida auténticamente, no es fundamentalista. Porque Dios no es fundamentalista. El fundamentalismo implica intolerancia, se vista de monoteísmo o de laicismo. Los católicos entendemos las cosas de otra manera. La proyección del amor al prójimo, norma suprema de nuestra conducta moral, al campo de las realidades políticas, es base suficiente y firme para fundamentar las necesarias actitudes de justicia, tolerancia y solidaridad. La fe en Dios descubre unas dimensiones nuevas de la vida personal y suscita un ideal de vida que abarca la totalidad de la vida personal, en su realidad más íntima, en las relaciones interpersonales y en toda clase de actuaciones. Es más, la veracidad del amor a Dios se comprueba por la sinceridad y efectividad del amor al prójimo.
Esta proyección social y política de la fe y de la caridad es capaz de sustentar un orden democrático de convivencia en una sociedad libre y pluralista, con tal de que las religiones, asumidas libremente por los ciudadanos, adopten entre sí una posición respetuosa y tolerante y sean capaces de ampliar estas mismas actitudes hacia los sectores laicos no religiosos. "
Los autores del Manifiesto tienen la convicción de que las ideas religiosas son incapaces de fundamentar un comportamiento social aceptable. Tal manera de pensar se manifiesta cuando dicen, p.e., que sin la laicidad no hubieran podido ser consideradas como delitos algunas prácticas rechazables, como la ablación o la violencia familiar. Así se explica también que el texto entienda el concepto de laicidad como un verdadero laicismo, que no se conforma con la neutralidad religiosa del Estado, sino que lleva a desplazar las ideas religiosas y sustituirlas por otros valores sin referencia religiosa alguna. Estos valores, entendidos de manera absoluta, sin referencia a un orden moral objetivo, pueden ser interpretados como convenga en cada caso, hasta reconocer como verdaderos derechos algunas prácticas incompatibles con principios morales fundados en la recta razón y recogidos en la Constitución, tal es el caso, p.e., de la legitimación del aborto, la producción y destrucción de embriones humanos con fines interesados, el reconocimiento de los pactos de convivencia entre personas del mismo sexo como verdadero matrimonio, la eutanasia , la ideología de género ,etc. Tales cosas no son fruto de la laicidad sino de la supresión de criterios verdaderamente morales en el ordenamiento de la vida pública y en el ejercicio de la autoridad. El futuro no está en un laicismo obligatorio, sino en el diálogo honesto y sincero de las religiones entre sí y con los sectores laicos.
Y continua en su lectura crítica del manifiesto D. Fernando Sebastián :"Varias expresiones del Manifiesto hacen pensar que sus autores argumentan más desde una ideología laicista, previa al texto constitucional, que a partir del texto objetivo de la Constitución de 1978. De otro modo no se explica la innecesaria equiparación de la Constitución de 1931 con la de 1978 como muestra de la “más alta plasmación” de la vida democrática del pueblo español. Da la impresión de que se quiere presentar la Constitución de 1931 como complemento y referencia interpretativa de la Constitución actualmente vigente. ¿Es que el ejercicio de la soberanía de la nación española que sustenta el texto constitucional de 1978 no fue suficiente? ¿No fue, al menos, tan pleno y eficaz como el de 1931? En el Manifiesto se presenta la laicidad como un principio esencial de la Constitución actual, pero este término no aparece en el texto constitucional, aunque sí esté presente esta idea con expresiones equivalentes."
Se pretende definir las relaciones de las instituciones políticas con las religiones y con la Iglesia católica sin hacer la menor referencia al art. 16 de la Constitución vigente. Y se quiere también describir la naturaleza y la función social de la educación sin tener en cuenta ni aludir siquiera al art. 27 de nuestra Constitución.
Finalmente, el ritmo y la estructura del texto hacen pensar que está
elaborado para justificar la existencia y la imposición de nuevas asignaturas . Se dice que los poderes políticos tienen que
contribuir a formar las conciencias de acuerdo con el “mínimo común ético
constitucional”. Reconocer al poder político como legítimo formador de las
conciencias de los ciudadanos puede ser una afirmación peligrosa. El recurso a
ese mínimo ético constitucional implica algo que no se dice, que es la facultad
de interpretar el sentido de esos principios éticos que se reconoce al poder
político. Sin respetar los principios morales de los ciudadanos, ni siquiera el
sentido evidente del texto constitucional. En cambio, una visión verdaderamente
democrática de la cuestión obliga al poder político a respetar las convicciones
religiosas y morales de los ciudadanos sin obligarnos a someter nuestra
conciencia a los criterios o a las opiniones personales de los gobernantes. El
texto afirma que el sistema educativo constitucional no prevé una “educación
neutral”, sino que intenta “trasmitir y promocionar” el respeto a los
principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades necesarios
para consolidar el régimen constitucional y la convivencia de todos. Contra
esta manera de pensar conviene señalar que “los principios democráticos de convivencia”
nacen de las convicciones morales de los ciudadanos que inspiraron el texto de
la Constitución. En consecuencia, estos principios sobre los que se apoya la
convivencia no pueden ser interpretados por el poder político desde otros
principios añadidos y sobrepuestos al texto constitucional, sino que deben ser
interpretados respetando las convicciones religiosas y morales de los
ciudadanos y la consecuente y primaria responsabilidad educativa de los padres
(artículos 16 y 27, 2 y 6). En consonancia con esto hay que decir que la
Constitución de 1978 no tiene por qué ser interpretada desde la de 1931. Ésta
sí era laica, y laicista. La actual no.
Este rápido análisis muestra que el debate entre laicistas y cristianos
no es un debate banal, sino que afecta a graves cuestiones de antropología,
como la concepción de la libertad, el origen de los principios morales y en
último lugar la existencia o no existencia de un Principio superior, que se
hace presente en la historia humana, y que es a la vez autor de la vida y
fundamento de la libertad y de la conciencia del hombre.
En resumen, el Manifiesto con el que los socialistas quisieron conmemorar el XXVIIIº aniversario contiene confusiones importantes y esconde una concepción de la vida política injusta con la religión y excesivamente autoritaria. Un texto, además, que, con apariencias laudatorias desplaza el valor y el verdadero sentido de la Constitución.