jueves, 29 de septiembre de 2022

 AQUÍ SI QUE NOS VA LA VIDA 

 


Desde el 28 de septiembre ,  han vuelto los grupos de oración y ayuno ante centros abortistas de 20 ciudades españolas y más de 700 en todo el mundo .


Os invito a visitar la web : 40 días por la vida

 

En un elevado número de veces , cuando tratas esta cuestión  aparece el comentario : " yo estoy en contra pero ...... no puedo impedir que otros lo hagan ...."  y  es una postura muy engañosa , pues hay  materias que tienen una dimensión social, porque no afectan sólo al sujeto interesado. Y en esos casos, la razón del personalmente en contra se quiebra por su base.

 En el caso del aborto. Están en juego los derechos del feto, los de la madre, y los de las otras partes interesadas o afectadas. Por eso no es aceptable la postura de aquellos políticos que afirman: “Yo personalmente, me opongo al aborto; pero apoyaré una ley que prohíba o restrinja el aborto, porque no quiero imponer mi moral a los demás”.

Esa declaración equivale a decir: “Yo, personalmente, me opongo al mal; pero no pondré en practica lo que es necesario para impedir que otros hagan mal a terceras personas”.

Otros ,  ( creyentes en algunos casos )  buscan un nuevo subterfugio para mantener en pie “las dos morales”, y dicen: “personalmente, me opongo al aborto; pero, como ya está legalizado, apoyaré la ley”

Es una postura engañosa: de hecho se elige lo que pretende la ley –su fin– y los medios que conducen a ese fin. Pero no hay trampantojo que valga. Si el fin de una ley es el aborto, el legislador elige el aborto como fin, y si la ley lo elige como un medio, el legislador lo elige como un medio. Cuando un político que se considera creyente elige ese fin o ese medio, y afirma que está “personalmente en contra” caen en un lamentable contrasentido. Puede que lo diga sinceramente: pero no es más que una sincera confusión.

Hay una segunda variación sobre el mismo tema. La del que dice: “Yo personalmente, estoy en contra del aborto; pero hay que ser realista: no creo que se pueda impedir por ningún modo legal. Sería imposible aprobar una ley contra el aborto, y además resultaría contraproducente. Como responsable político, no pienso tomar ninguna medida”.

También en esos casos casos el planteamiento puede ser sincero; pero no impide que esté también sinceramente equivocado. En el caso concreto de los católicos, no pueden desentenderse de este asunto con una postura de este tipo. Es como si dijeran: “Me consta que se está matando a gente inocente, pero como los que lo hacen no parecen dispuestos a cejar en su empeño, no intentaré impedirlo”

La postura recta y moral resulta clara: cuando una persona cree verdaderamente que se está cometiendo una injusticia grave contra alguien, tiene obligación grave de intentar impedirla. Si no fuera así, debería existir un principio moral que dijera: “ haz el bien únicamente cuando creas que vas a tener éxito”

Puede ser cierto que en una determinada sociedad no exista el consenso necesario para luchar contra el aborto. Pero ésa es una de las tareas del político creyente, sea católico o no: crear el consenso necesario a favor de las políticas convenientes.

Es lógico que los gobiernos de inspiración laicista se empeñen en considerar el aborto como un asunto de moral privada, relegando a los católicos a las sacristías. Ésa es una vieja táctica laicista. Lo ilógico es que los que creen que el aborto es un crimen –sean cualesquiera sus creencias– no hagan todo que esté en su mano –un consenso, una ley etc.– para evitarlo.

Al llegar a este punto hay que aclarar esta cuestión: es verdad que la ley no debe pretender encarnar toda la moralidad, pero la ley debe encarnar sólo lo que es moral, y nunca lo inmoral.

Eso significa que se debe actuar siempre de acuerdo con la propia conciencia, iluminada –en el caso de los católicos– por el conocimiento de la fe, formada y fiel a las enseñanzas de la Iglesia. De este modo se evita el peligro del subjetivismo: el peligro de pensar que, a fin de cuentas, es la propia conciencia y no la verdad objetiva lo que determina lo que está bien o lo que esta mal, lo que es cierto y lo que es falso.

Surgen entonces tres interrogantes: ¿Puede la Iglesia enseñar sobre temas de carácter publico o político? ¿Qué es, en ese caso, lo que la Iglesia puede enseñar? ¿Dónde queda entonces la libertad del católico al intervenir en la vida pública?

 

Creo que debemos apoyar , difundir , participar y  agradecer esta iniciativa  . MUCHOS RECORDAMOS el grito de " nos va la vida" ante la convocatoria de una manifestación feminista . 

 

Aquí , si que nos va la vida .

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